¡Hola a todos! Me complace anunciar una nueva entrega de mi colaboración con el blog Mil y una narraciones. Esta iniciativa consiste en elaborar un microrrelato de fantasía con una extensión de 200 palabras y proporcionar una imagen relacionada con el relato. 

 

Los relatos serán publicados cada viernes en el blog de Mil y una narraciones, por lo que les dejo AQUÍ el link con las bases de la colaboración por si están interesados en participar.  

 

Como parte de esta colaboración he creado una serie de nueve capítulos que se publicarán semanalmente hasta marzo. Juntos, recorreremos el camino hacia el Mictlán, el inframundo de la mitología mexica y nahua, por lo que en esta ocasión les traigo el sexto capítulo de este relato que consta de 327 palabras, espero que les guste:

✧ ── Capítulo 6: Temiminaloyan - El Lugar de las Flechas.୭̥*

Dejaron atrás los vientos, Lucía y Alitzel se adentraron en una densa niebla. La visibilidad era casi nula y un silencio sepulcral reinaba en el lugar. Alitzel explicó que habían llegado a Temiminaloyan, el lugar de las flechas, donde las almas eran heridas por las palabras que habían lastimado a otros.

De pronto, Lucía sintió un dolor agudo en el pecho. Era como si miles de agujas invisibles la atravesaran. No había ninguna herida visible, pero el dolor era intenso. Al cerrar los ojos, pudo escuchar las palabras hirientes que había recibido a lo largo de su vida: insultos, críticas, acusaciones. Cada palabra era como una flecha que se clavaba en ella.

Recordó la vez que su mejor amiga la había traicionado, o cuando su jefe la había humillado frente a sus compañeros. Esas palabras, pronunciadas hace años, seguían resonando en su mente, causándole un dolor profundo.

Lucía trató de escapar de las flechas invisibles, pero era inútil. Por más que se moviera, el dolor persistía. Se sentía atrapada, indefensa.

—El perdón es la única arma contra estas flechas —dijo Alitzel, su voz serena en medio de la tormenta—. Perdonar no significa olvidar, sino liberarse del dolor que causan las heridas del pasado.

Lucía cerró los ojos y respiró profundamente. Pensó en cada persona que la había herido y trató de comprender sus motivos. No era fácil perdonar, pero sabía que era la única forma de sanar.

La oscuridad que había envuelto su alma se disipó lentamente. Aunque los motivos de aquellos que la habían lastimado permanecían en la penumbra, ya no importaban. La muerte le había ofrecido un nuevo amanecer. Con una sonrisa que iluminaba su rostro, perdonó, recordando las sabias palabras de Alitzel: el perdón no era sinónimo del olvido.

Cuando finalmente había perdonado a todos, las flechas invisibles cesaron su ataque. El dolor se desvaneció y en su lugar sintió una profunda serenidad. Había liberado su corazón de la amargura y el resentimiento.

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Con esto concluimos el día de hoy, espero que les guste el relato, como siempre me encantaría conocer su opinión al respecto.

 

¡Nos vemos en la próxima, chao!