VadeReto: Septiembre 2025- Bendita Paciencia
septiembre 22, 2025¡Hola a todos! Bienvenidos nuevamente a Enredados entre Libros. Hoy les traigo mi participación en el VadeReto de este mes de Acervo de Letras, les dejo AQUÍ el link para que revisen la base del reto.
La propuesta para este mes tratará sobre: BENDITA PACIENCIA.
El Reto es el siguiente: El tema es que hagáis hincapié más en la falta de ella que en la cualidad de tenerla o, también, en la necesidad de cultivarla y ponerla en práctica.
No hay más condiciones este mes. Podéis usar el cuento como moraleja, una historia en tono de humor o en el más intrigante terror. Cualquier tiempo y personajes son admitidos.
Así que la cita que elegí para inspirarme en este relato son las siguientes:
«La
paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte».
Immanuel Kant
Ahora sin más los dejo con mi
relato:
﹀﹀﹀ • • • Bendita Paciencia ━━━
El señor Guzmán no era un ogro; era un hombre desesperado por la eficiencia. En su juventud, había sido un entusiasta. Pensaba que cada segundo era un regalo y que el tiempo perdido era una ofensa personal. Para él, la paciencia era la fortaleza del débil, una excusa para la mediocridad. Se decía a sí mismo que solo los flojos se contentaban con la calma. Él, en cambio, era un huracán de productividad, un hombre que se enorgullecía de su ritmo acelerado.
Pero el huracán de productividad tenía sus propios demonios. A sus 50 años, el señor Guzmán vivía con una ansiedad constante. El tic-tac de los relojes le sonaba a una cuenta regresiva personal. El mundo a su alrededor se movía en cámara lenta, y cada retraso, por pequeño que fuera, lo sentía como un golpe directo a su alma. El tráfico, las colas en el supermercado, las páginas web que tardaban en cargar... todo era una tortura. Su oficina era un microcosmos de su sufrimiento. El simple acto de esperar el ascensor lo llenaba de una frustración que lo dejaba sin aliento.
Y luego llegó Kevin. Kevin era la antítesis del señor Guzmán. Con sus 22 años y su aura de tranquilidad, parecía vivir en un universo paralelo donde el tiempo no existía. Se tomaba su tiempo para preparar su taza de té, para responder un correo, para respirar. Kevin no parecía estresarse por nada. Esa serenidad lo irritaba de una manera que el señor Guzmán no podía explicar. Sentía que Kevin se burlaba de él sin siquiera intentarlo.
El día que el señor Guzmán necesitaba ese informe de ventas, el infierno personal se desató. Cada vez que veía a Kevin teclear, el señor Guzmán sentía que su vida entera se le iba por el desagüe. Veía el futuro de la empresa, y el suyo propio, desvanecerse en la parsimonia de ese muchacho. La impaciencia, la debilidad del fuerte, le hervía en la sangre. Sentía una ira tan intensa que le quemaba por dentro. No era solo por el informe; era por todo lo que Kevin representaba: la nueva generación que no compartía su ética del "ahora o nunca".
Cuando el desastre ocurrió, el caos no fue lo que más lo impactó. Fue el silencio. Las luces apagadas, el murmullo de sus colegas que se había detenido en seco. El señor Guzmán vio la mirada de Kevin, que no era de enojo, ni de miedo. Era de una comprensión triste, como si supiera exactamente lo que pasaba por la cabeza del señor Guzmán. En ese momento, en la oscuridad, el señor Guzmán se dio cuenta de algo. Toda su vida había huido de la inactividad, de la espera, de la pausa. Y en su huida, había provocado una inactividad total para todos.
Sentado en su escritorio,
en el silencio forzado, el señor Guzmán no solo sintió vergüenza. Sintió un
vacío profundo. Se dio cuenta de que su impaciencia no era una fortaleza, sino
un miedo. El miedo a no tener el control, el miedo a que las cosas no
sucedieran a su manera, y en su afán por controlarlo todo, lo había perdido
todo. La paciencia no era solo la fortaleza del débil; era la sanidad del que
sabe que no todo está en sus manos. Y por primera vez en mucho tiempo, el señor
Guzmán, el hombre que no podía esperar, se detuvo. Y en esa pausa, aunque
dolorosa, encontró un extraño y aterrador tipo de paz.
Con esto concluimos el día de hoy,
me encantaría conocer su opinión al respecto.
¡Nos vemos en la próxima, chao!
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